No sé cómo ni de qué manera llegó un día hasta el recóndito escondrijo de mi cerebro, donde almaceno las empolvadas ideas de menor uso, un curioso acaecido —o no acaecido, que para el caso es lo mismo— que en rúas de una ocasión se ha escapado de mi desván y ha venido a deleitar mis horas con su candorosa ingenuidad.
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