S. T. Fiske, Shelley E. Taylor
Cuando escribimos por primera vez Social Cognition (1984), la crisis de la psicología social cuestionaba los métodos, la replicabilidad, la teoría y la relevancia. La investigación sobre cognición social presenta cuatro fases en respuesta a estos desafíos. En primer lugar, el enfoque de la Avaricia Cognitiva introdujo métodos menos propensos a la interferencia del experimentador o del participante: considerar el tiempo como atención, o la memoria categórica para quién dijo qué. Posteriormente, el enfoque de la Motivación Táctica abordó la replicabilidad, al identificar variables moderadoras, principalmente objetivos y motivaciones. Por ejemplo, la interdependencia (Fiske) y la amenaza (Taylor) son motivaciones prominentes en nuestra respectiva investigación. Durante la tercera ola, los perceptores como Actores Activados transformaron los estados mentales en comportamiento, utilizando predicciones guiadas por la teoría. En el sesgo intergrupal, por ejemplo, el Modelo de Contenido de Estereotipos de Fiske predice patrones de comportamiento discriminatorio diferentes para cada combinación de calidez y competencia estereotípicas. Yendo más allá de la conducta manifiesta, surgieron activaciones distintivas en imágenes cerebrales y respuestas musculares. En psicología de la salud, la teoría de las Ilusiones Positivas de Taylor predice que las personas se enfrentan con las enfermedades mortales viendo las posibilidades de manera optimista, su autoimagen positivamente, y el posible control afirmativamente. Nuevamente, los procesos cognitivos sociales interactúan con la psicofisiología. Recientemente, los enfoques cognitivos sociales han abordado la desigualdad: desigualdades en salud, intervenciones sesgadas, dinámicas de poder, efectos de clase, moralidad social, e inferencias intencionadas. Considerando a los perceptores como Facilitadores de la Desigualdad responde cualquier duda que pudiese quedar acerca de la relevancia de este campo en la actualidad.
When we first wrote Social Cognition (1984), social psychology’s crisis critiqued methods, replicability, theory, and relevance. Social cognition research illustrates four phases of response to these challenges. First, the Cognitive Miser approach introduced methods less prone to experimenter or participant interference: looking time as attention, categorical memory for who said what. Next, the Motivated Tactician approach addressed replicability by identifying moderator variables, primarily goals and motivations. For example, interdependence (Fiske) and threat (Taylor) are prominent motivations in our respective research. The third wave, perceivers as Activated Actors, translated mental states to behavior, using theory-guided prediction. In intergroup bias, for example, Fiske’s Stereotype Content Model predicts patterns of discriminatory behavior distinctive to each combination of stereotypic warmth and competence. Going beyond reported behavior, distinctive activations emerged in brain-imaging and muscle responses. In health psychology, Taylor’s Positive Illusions theory predicts people cope with life-threatening illness by viewing the odds optimistically, the self positively, and possible control affirmatively. Again, the social cognitive processes interplay with psycho-physiology. Recently, social cognitive approaches have increasingly addressed inequality: health disparities, bias interventions, power dynamics, class effects, social morality, and intent inferences. Viewing perceivers as Inequality Enablers answers any remaining doubts about the field’s continuing relevance
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