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Resumen de Los siete pecados capitales: una aproximación neuroética al estudio de la conducta humana

Edmundo Estévez, Christian Vaca, Emilia Rosales

  • español

    El pecado en su forma original constituye una desviación de la conducta humana. La doctrina cristiana incorpora en la tradición judeocristiana a los pecados capitales que todos conocemos (y a sus demonios), así como a las virtudes que supuestamente los pueden derrotar o al menos neutralizar: 1) soberbia/humildad, 2) avaricia/generosidad, 3) lujuria/castidad, 4) ira/paciencia, 5) gula/templanza, 6) envidia/caridad y 7) pereza/diligencia. En esta misma línea de pensamiento, pecar sería abusar de la libertad de Dios. Según John Bossy, los siete pecados capitales serían la expresión de una ética social y comunitaria con la cual la Iglesia católica trató en su momento de contener la violencia y sanar la conflictiva sociedad medieval. Los pecados y su penitencia fueron en un principio una saludable advertencia de cómo administrar la propia conducta individual y social (Savater, 2013). Aquello que la sociedad Moderna permite como lícito o no, ha “superado” la conducta y el republicanismo moral de nuestros días (1). La moralidad es una de las características más sofisticadas del juzgamiento humano, de la conducta y de la mente. Un individuo que se aparta de la moralidad violenta las reglas y los derechos civiles, afectando inclusive las libertades individuales de otros, en ocasiones de manera hasta agresiva. Un acercamiento científico a los orígenes de la maldad nos remite al análisis suscitador de los determinantes moleculares, epigenéticos, filogenéticos y celulares de la neurobiología del pecado. Esta formidable aventura del pensamiento constituye un armonioso camino recorrido por la filosofía moral y las neurociencias de ese largo tramo que dista entre el error de Prometeo y el error de Descartes.

  • English

    Sin in its original form constitutes a deviation from human behavior. The Christian doctrine incorporates into the Judeo-Christian tradition the capital sins that we all know (and their demons), as well as the virtues that can supposedly defeat them or at least neutralize: 1) arrogance / humility, 2) greed / generosity, 3) lust / chastity, 4) anger / patience, 5) gluttony / temperance, 6) envy / charity and 7) laziness / diligence. In this same line of thinking, sin would be to abuse God's freedom. According to John Bossy, the seven capital sins would be the expression of a social and community ethic with which the Catholic Church tried at the time to contain the violence and heal the conflictive medieval society. Sins and their penance were initially a healthy warning of how to manage their own individual and social behavior (Savater, 2013). That which modern society allows as lawful or not, has "overcome" the conduct and moral republicanism of our day (1). Morality is one of the most sophisticated characteristics of human judgment, behavior and mind. An individual who departs from morality violates the rules and civil rights, even affecting the individual freedoms of others, sometimes even aggressively. A scientific approach to the origins of evil refers us to the provoking analysis of the molecular, epigenetic, phylogenetic and cellular determinants of the neurobiology of sin. This formidable adventure of thought constitutes a harmonious path traveled by the moral philosophy and the neurosciences of that long section that is between the error of Prometheus and the error of Descartes.


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