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Resumen de Sarcopenia y fragilidad en el anciano

T. Ruiz Gracia, Federico Miguel Cuesta Triana, Ángela Amengual Galbarte, Martín Cuesta Hernández

  • La fragilidad es un síndrome geriátrico caracterizado por pérdida de peso, astenia, debilidad, marcha lenta y disminución de la actividad física, que supone un aumento de vulnerabilidad frente a agresiones. Es más común en mujeres, en obesos y en pacientes con enfermedades crónicas como la diabetes mellitus. La sarcopenia, o pérdida de la MME con fuerza y función musculares reducidas, es característica de la fragilidad,pero no todos los pacientes con sarcopenia presentan dicha condición. Ambas comparten vías fisiopatológicas comunes como la inflamación. La prevalencia descrita de cada una de ellas es muy variable en función de la población estudiada y de la estrategia diagnóstica empleada. Aunque no existe una definición de cada una de las entidades totalmente establecida, se dispone de diversas herramientas y de consensos que permiten una aproximación objetiva a su diagnóstico. El tratamiento está encaminado a incrementar la masa y la fuerza musculares y a mejorar la función física, y se basa en dos abordajes fundamentales: nutrición y ejercicio. El planteamiento dietético se fundamenta en aportar la cantidad necesaria de energía para mantener un peso saludable y proteínas en cuantía suficiente para permitir la síntesis proteica muscular. Además, otros nutrientes pueden ser relevantes en el tratamiento de estas condiciones (ácidos grasos omega-3, vitamina D, fibra dietética). El patrón de dieta mediterráneo se ha asociado en varios estudios prospectivos a disminución de la incidencia de fragilidad, pero no se dispone de ensayos clínicos aleatorizados en este sentido. Los estudios sobre suplementación oral resultan discrepantes por su heterogeneidad, pero son más los trabajos que hallan un efecto sinérgico de dicha suplementación, sobre MME y función, con el ejercicio físico. Los tratamientos farmacológicos para sarcopenia aún se encuentran en una fase preliminar de desarrollo todavía no pueden recomendarse en la práctica clínica habitual, fuera de patologías por déficit que requieran de sustitución. Un ejercicio físico que combine trabajo aeróbico, fuerza, flexibilidad y equilibrio parece ser el más adecuado para mejorar función en los ancianos con función muscular deteriorada o en riesgo.


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