Con la evidencia científica disponible hoy en día, la intervención farmacológica sobre el colesterol LDL (C-LDL) está más que justificada por la relación positiva lineal que existe entre sus niveles y el riesgo cardiovascular. Es más, desde hace años se conoce que la disminución del C-LDL reduce el riesgo de aparición de eventos cardiovasculares y mortalidad tanto en pacientes con enfermedad cardiovascular establecida como sin ella (Stamler et al., 1986; National Cholesterol Education Program, 1993; Ballantyne et al., 2000; Wallis et al., 2000).
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