En 1968, con casi 70 años, aquel hombre se instaló en Jaca tras el exilio que le tuvo alejado de España por ser republicano. Durante una década, los sábados por la tarde su sobrino Luis iba a buscarle en su seiscientos para recorrer juntos los pueblos del Pirineo. Y fue en esos largos paseos donde desveló los detalles de un secreto que ha permanecido oculto durante lustros: que él era Antonio Camazón, el jefe del grupo de criptoanalistas españoles que trabajó con Rejewski y Turing durante la Segunda Guerra Mundial para descifrar, entre otras, la máquina Enigma de la Alemania nazi. Pero, con su muerte, llegó el olvido. Hasta que un cúmulo de casualidades lo han rescatado para reivindicar el papel que tuvieron los españoles exiliados en el fin de la contienda europea.
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