Los años treinta -la «década infame» como se los llama en Argentina- fueron pródigos en destierros pero también en la formación de una red internacional de intelectuales antifascistas, así que el impacto de la gue- rra civil en los escritores de un país determinado se mide más allá de las fronteras geográficas: el argentino Alberto Ghiraldo, la uruguaya Blan- ca Luz Brum, el venezolano Mariano Picón Salas y los peruanos Luis Alberto Sánchez y Manuel César de la Guarda escribían sobre la guerra desde Santiago de Chile; el jesuita ecuatoriano Carlos Vela Monsalve era corresponsal de El Diario Ilustrado de Santiago; el peruano Alberto Hidalgo publicaba una columna en La Tarde de Mendoza (Argentina); el boliviano Tristán Marof escribía desde Córdoba (Argentina) y tanto el guatemalteco Luis Cardoza y Aragón como el cubano Juan Marine- 11o desde la Ciudad de México. Uno de los discípulos de Maeztu, el nicaragüense Pablo Antonio Cuadra, volvería a citar versos de «Salutación del optimista» en un discurso leído en Valencia en octu- bre de 1939 con el título La hispanidad y los anhelos de América, en el que hablaba del restablecimiento del Imperio y de que dirigir «los des- tinos de la Historia Universal» era la gran «misión de la hispanidad»: «Y sobre esta verdad, que es la de salvar al mundo, necesitamos comunicar- nos, unirnos, alentarnos, oír, en una palabra, la voz de aquel gran poeta, también nicaragüense, nuestro Profeta Rubén: "Únanse, brillen, secún- dense tantos vigores dispersos; / Formen todos un solo haz de energía ecuménica. / Sangre de Hispania fecunda, sólidas, ínclitas razas..."» Para muchos intelectuales, sin embargo, los grandes héroes del con- flicto no fueron los dirigentes de la guerra sino el «pueblo», los lucha- dores desconocidos o anónimos que morían peleando por una causa, como el héroe antitanquista Antonio Coll (celebrado por el uruguayo Julio Verdié y el ecuatoriano Demetrio Aguilera-Malta) o las « márti- res » prorrepublicanas Paca Solana (homenajeada por Aguilera-Malta y el argentino Álvaro Yunque) y Lina Odena (cantada por el costarri- cense Carlos Luis Sáenz, el chileno Carlos de Rokha y el ecuatoriano Humberto G. Mata), o bien personajes inventados como los milicianos Pedro Rojas, Ramón Collar y Ernesto Zúñiga de España, aparta de mí este cáliz de Vallejo, y el gaitero Domingo Ferreiro de González Tuñón. Entre las más apasionantes realizadas en la zona nacionalista, habría que destacar la en- trevista de la novelista chilena Letizia Repetto Baeza de Beltrán a la mujer de Franco, Carmen Polo, publicada en El Mercurio en abril de 1937; y dos entrevistas con Franco: la de Ricardo Sáenz Hayes, una primicia publicada en La Prensa de Buenos Aires en noviembre de 1937, y en el mismo mes «Mi entrevista con el general Franco», en realidad una crónica del senador chileno Maximiano Errázuriz, publicada en la revista Estudios, que relata- ba la fascinante historia de su viaje apresurado de Roma a Salamanca para llegar a tiempo para su cita con Franco.
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