Ayuda
Ir al contenido

Dialnet


La inteligencia maquiavélica de los primates y la evolución del cerebro social

  • Autores: Ricardo Mondragón Ceballos
  • Localización: Salud mental, ISSN 0185-3325, Vol. 25, Nº. 5, 2002, págs. 29-39
  • Idioma: español
  • Enlaces
  • Resumen
    • español

      Las presiones y el tipo de selección que dieron origen al cerebro humano han sido motivo de curiosidad y controversia a partir del nacimiento de la Teoría de la Evolución Darwiniana. Desde 1953 Chance y Mead habían ya sugerido que la competencia por conseguir una pareja sexual favoreció el incremento del tamaño de la neocorteza en los primates. Posteriormente, Jolly en 1966 y Humphrey en 1976 atribuyen a la compleja vida social en la cual se desenvuelven los primates la causa del acrecentamiento de la neocorteza y la aparición de facultades cognoscitivas superiores.

      Sin embargo, no es sino hasta 1988, con la postulación de la hipótesis de la inteligencia maquiavélica de Whiten y Byrne, que cobra fuerza la idea de que la vida social de los primates es la causa mayor de la evolución del cerebro. La hipótesis de la inteligencia maquiavélica asume que a lo largo de su evolución los primates han conseguido desarrollar diversas estrategias sociales por las cuales un individuo busca maximizar su éxito reproductivo directo o indirecto, recurriendo para ello al uso convenenciero de comportamientos agonistas o cooperativos, según lo exija la situación.

      Actualmente se han identificado varios comportamientos complejos, tales como la reconciliación, la alianza o el sabotaje. Las dos primeras conductas están bien estudiadas: se conocen tanto su distribución y variabilidad entre las especies de primates, como las consecuencias de llevarlas o no a cabo. Por otro lado, el estudio de las vocalizaciones ha demostrado que los primates, aparte de poseer un amplio repertorio de éstas, son capaces de identificar relaciones de parentesco o de dominancia entre terceros a partir de dichas vocalizaciones. Lo anterior implica una correlación positiva entre el tamaño de la neocorteza y la variedad de comportamientos sociales complejos característicos de una especie. Si bien esta correlación en particular ha sido difícil de probar, los análisis comparativos han demostrado que la extensión de la neocorteza varía en función de ciertas variables socioecológicas.

      En uno de los primeros estudios, controlando el efecto de la inercia filogenética, Dunbar mostró que el tamaño de la neocorteza de las diferentes especies de primates varía en relación al tamaño promedio de los grupos en vida libre: a mayor tamaño de grupo, mayor extensión de la neocorteza. Asimismo, se ha encontrado que el tamaño de la neocorteza incrementa conforme aumenta el número de hembras promedio por grupo típico de las especies de primates, en tanto que no hay covariación entre la extensión de la neocorteza y el número de machos. Análisis más detallados han demostrado que junto con la neocorteza otras áreas cerebrales, tales como el estriado o la amígdala, respectivamente, aumentan de tamaño conforme incrementa el número de hembras por grupo o el tamaño del grupo. Otro hallazgo ha demostrado que el número de neuronas en las láminas parvocelulares del núcleo geniculado lateral aumenta conforme el tamaño del grupo social es mayor y sólo marginalmente en función del porcentaje de fruta incluido naturalmente en la dieta. Dicho descubrimiento demuestra que la vida social ejerció una mayor influencia en el acrecentamiento del número neuronal de las láminas parvocelulares que las presiones ecológicas tales como la calidad del alimento. De igual manera, la neurofisiología ha aportado datos que parecen guardar una estrecha correlación con la vida social de los primates, en particular con la necesidad de anticipar el futuro y tomar decisiones. Es bien conocido que en los primates las lesiones en la corteza prefrontal inducen una intensa apatía social. Recientemente se ha publicado que ciertas regiones de la corteza prefrontal de los primates responden a estímulos pasados o anticipan estímulos, en lugar de responder a los estímulos que están siendo percibidos.

      La activación de las neuronas de la corteza parietal posterior incrementa conforme aumentan la ganancia y la probabilidad de ocurrencia del estímulo asociado a dicha ganancia, lo cual sugiere que dicha región realiza análisis econométricos de ayuda en la maximización de la toma de decisiones. En suma, el conocimiento acumulado en los últimos doce años sobre la etología, socioecología, neuroanatomía y neurofisiología del orden de los primates permite afirmar que el cerebro humano ha sido diseñado principalmente para contender con una vida social compleja. Dicho conocimiento, aparte de su interés inherente, podría servir de sustento a una Historia Natural de las enfermedades mentales.

    • English

      The selective pressures and type of selection from which the human brain arose have been a source of curiosity and controversy since the dawn of Darwin’s Evolution Theory. Since 1953 Chance and Mead suggested that the need to ensure a sexual partner was the selective pressure favoring neocortex size increase in primates.

      Later, Jolly in 1966 and Humphrey in 1976 acknowledged the complex social life of primates as the source of neocortex increase and improvement of higher cognitive processes. Yet, it is until 1988, with Whiten and Byrne’s Machiavellian Intelligence hypothesis when the idea that social living is the main force behind the evolution of the primates’ brain is established. The Machiavellian Intelligence hypothesis presumes that throughout evolution, primates have developed a set of social strategies by which individuals search to increase direct or indirect reproductive benefits, resorting to the profitable use of agonistic or cooperative behavior, according to the situation. Various complex social behaviors, such as reconciliation, alliances, and sabotage, are actually known in primates. Among these, the first two are well characterized, their distribution and variability being known among primate species, as well as the consequences of resorting or not to them. On the other hand, the vocalization studies have shown that, besides having a vast diversity of calls, primates are able to distinguish kinship and dominance relationships, relying solely on vocalizations. The aforesaid implies a positive correlation between neocortex size and complex social behavior variety. Although this particular correlation has proven difficult to test, comparative analyses have shown that neocortical size varies as a function of certain socioecological variables. In one of the first works controlling phylogenetic inertia, Dunbar showed that neocortex size changes in relation to average group size of free-ranging primates: the larger the group, the larger neocortical size is.

      Moreover, it has been found that neocortex size increases along with the mean number of females within the species’ typical group size. Yet, there is no covariation between neocortical size and mean number of males. More detailed analyses have shown that along with neocortex size, other brain areas, such as the striatum or the amygdala, respectively, increase along with the number of females per group or group size. Another finding has shown that the number of neurons in the parvocellular lamina increases along with mean group size, and only marginally in relation to the proportion of fruit ingested. As such, it stands that social living exerted a major effect in the increase of the parvocellular lamina, than ecological pressures such as food quality. Similarly, neurophysiology has also provided data likely related to primates’ social living, particularly in regard to the need to deal with the future and to make decisions. The intense social apathy elicited in primates by prefrontal cortex lesions is well known. Recently it has been shown that certain regions of the primate’s prefrontal cortex respond to past or future stimuli, rather than to the stimuli being currently perceived. The activation of posterior parietal cortex neurons increases as the profit and the probable occurrence of stimuli associated to such profit increase. Such finding suggests that the posterior parietal cortex performs econometric analyses to maximize decisions. In summary, during the past twelve years, the increasing knowledge of primates’ ethology, socioecology, neuroanatomy and neurophysiology allows stating that the human brain has been designed mainly to contend with complex social living. Such knowledge, besides from its inherent interest, might support a Natural History of mental illness.


Fundación Dialnet

Dialnet Plus

  • Más información sobre Dialnet Plus

Opciones de compartir

Opciones de entorno