Concluido el proceso electoral federal de 2012, resulta oportuno realizar un balance sobre la eficacia de las reglas establecidas con la reforma electoral de 2007-2008, y deslindar aquellos aspectos que no corresponde al sistema electoral resolver. En este artículo, el autor sostiene que lo que hoy se percibe como debilidades y problemas del sistema electoral en realidad son asuntos que atañen a problemas estructurales de la sociedad mexicana, como son: la pobreza, la desigualdad, la precaria cultura política y la inexistente rendición de cuentas. Desde la perspectiva del autor, las reglas electorales emanadas de la reforma electoral 2007-2008 han configurado un modelo sólido y positivo. Sin embargo, la vida política de nuestra sociedad impone una revisión y actualización permanente de las normas electorales. Dentro de dichos ajustes, el sistema electoral mexicano debe ponderar dos grandes rubros temáticos: las reglas de la competencia electoral y la justicia electoral.
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