El miedo a volvernos locos, a perder la cabeza o a enloquecer es una de las experiencias más aterradoras en la vida. Por eso, hoy se sigue haciendo necesario reivindicar los modos sagrados que tienen algunas personas para hacer frente a situaciones y conflictos nada fáciles de tolerar; es decir, la “locura”. Más aún, resulta apremiante recuperar la dimensión espiritual del ser humano que sufre problemas serios de salud mental: ni todo lo que ocurre se agota en lo biológico ni puede reducirse a la vida psicológica o social. Para ello se proponen tres verbos que, desde la perspectiva de la espiritualidad, permiten acercarse a este misterio de forma respetuosa y cordial: contemplar, palpar y consolar. El reconocimiento del otro distinto desde el espíritu permitirá entender, atender, expresar y cuidar esta dimensión constitutiva del ser humano, que juega un papel crucial para situar a la locura en un plano de total dignidad.
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