En siglos pasados el problema del abastecimiento triguero fue para las grandes ciudades un problema capital. Barcelona, a pesar de su situación en un territorio rico en cereales y de disponer de las rutas del mar, no escapó del alcance de este problema. Dada la importancia del trigo en la alimentación humana, el abastecimiento de este cereal - o de los de calidad inferior, en momentos de escasez y carestía- preocupaba a todos los hombres y a todas las esferas de la sociedad. Cada uno procuraba resolverlo según sus medios: los nobles residentes en la ciudad de Barcelona introducián en ellas los granos procedentes de sus posesiones; los esclesiásticos los adquirían por medio de los diezmos y primicias; los burgueses, de las fincas o parcelas de tierra compradas en los alrededores de Barcelona como segura inversión de capital; unos y otros lo adquirían también en el mercado público de la ciudad. Para tener abastecido el mercado comunal y satisfacer así las necesidades de aquella parte del pueblo que no disponía de mayores facilidades para adquirirlo, el Municipio importaba anualmente cantidades enormes de cereal. Otras instituciones públicas o semi-públicas -Hospitales, Casas de Caridad, etc.- lo compraban también fuera de la ciudad o excepcionalmente recurrían a los silos municipales. Tal hizo durante siglos la administración del Pastrim de la Catedral de Barcelona.
El examen de la rica documentación del Cabildo barcelonés referente a las compras de trigo para el Pastrim permite constatar cuáles eran las zonas de mayor producción del Principado, los medios y coste del transporte, las fluctuaciones de los precios y el gran movimiento alcista que preside la tendencia secular del siglo XVI.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados