En este artículo establecemos un vínculo entre las teorías dramática y pictórica y la crítica social y política de Denis Diderot. En la época del ocaso de la tragedia y de las convenciones neoclásicas, el philosophe intenta recuperar la capacidad emotiva del teatro, para lo cual sugiere, entre otras cosas, que las obras se escriban y se actúen como si el espectador no existiera, colocándolo en la situación de un voyeur que accede a vislumbrar, a escondidas, lo que no está concebido para ser visto. La misma exigencia se repite en sus reflexiones sobre la pintura, esbozadas en los Salones que escribe para la Correspondence Littéraire a partir de 1759. En un recorrido extendido por la obra del autor, demostramos que la estrategia que defiende no tiene una relevancia puramente estética sino que surge de una incomodidad política y apunta, como objetivo principal, a denunciar la hipocresía y falsedad que, como remanentes de la sociedad cortesana y aristocrática, perviven en la cultura francesa dieciochesca.
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