Este artículo examina los problemas que surgen del paso del trabajo de campo a la elaboración de una monografía etnográfica. En concreto, las decisiones que toma la etnógrafa a la hora de encarar el proceso de escritura: qué voces se oirán en su trabajo, cómo aparecerán esas voces, cuál es su propia voz y qué relaciones se establecen entre su voz y las de sus colaboradores/informantes. Después de esbozar los cambios que ha habido en la antropología en los últimos treinta años, se iluatra la necesidad de introducir reflexivamente el yo de la etnógrafa en las monografias con un ejemplo del trabajo de campo de la autora en la República Dominicana.
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