El imaginario acerca de la alteridad de los indígenas de América se ha venido construyendo desde mucho antes de la Conquista, si aceptamos que las imágenes de diferencia producidas desde la antigüedad grecorromana a partir de otros pueblos considerados bárbaros, fueron proyectadas más tarde sobre los habitantes del Nuevo Mundo. Como notara A. Ramos (1998: 207) para Brasil, los indios siempre han sido una reserva inagotable de imágenes manipulables y el imaginario que trata de ellos es tan rico como contradictorio, ya que tanto puede concebirlos como hijos del paraíso que como salvajes culpables del subdesarrollo nacional.
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