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Yo en movimiento. Video y autorretrato: ¡Encantado de conocerme!

  • Autores: Susana Blas
  • Localización: Exit: imagen y cultura, ISSN 1577-2721, Nº. 10 (Junio/Agosto), 2003 (Ejemplar dedicado a: Autorretratos), pág. 113
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • ¿Levanto el espejo de mi vida En dirección a mi rostro: 60 años. Lo lanzo y hago añicos el reflejo. El mundo como de costumbre. Todo en su sitio.¿ Los paseos de Bruce Nauman en su estudio vacío del San Francisco de finales de los 60, siempre han conformado en mi secreta recopilación de ¿momentos decisivos¿ del devenir del arte contemporáneo, el ejemplo más eficaz de artista reflexionando en soledad, sin más apoyo que la fisicidad de su cuerpo en el espacio. Su incansable caminar, sus pateos, sus golpes, sus lanzamientos de pelota, o el chirriar de su violín, forman escenas que todos hemos visto alguna vez. Y nos decimos: ¿se trata del artista Bruce Nauman buscándose a sí mismo¿, despojándose de materiales, de disciplinas, de las técnicas y los discursos que acababa de superar en su reciente graduación en la universidad. Nauman, abarcando con sus zancadas la arquitectura de aquella tienda de ultramarinos que había hecho su estudio en 1966, se estaba preguntando cómo proceder: ¿Por entonces no tenía estructura de apoyo para mi arte; ...no había ocasión para hablar de mi obra. Y un montón de cosas que estaba haciendo no tenían ningún sentido, así que desistí de hacerlas. Eso me dejó solo en el estudio; y suscitó la pregunta fundamental: ¿qué es lo que hace un artista cuando se queda solo en el estudio? Mi conclusión fue que si yo era artista y yo estaba en el estudio, entonces todo lo que estuviera haciendo en el estudio debería ser arte... A partir de este punto el arte se convirtió más en una actividad y menos en un producto¿.

      El planteamiento está claro: cualquiera de sus acciones se convertían en arte, sus rutinarias faenas protagonizadas por él mismo, eran arte, el propio artista era arte también... Pero si lo pensamos bien... su declaración de intenciones, su actitud, no eran tan distintas a las de cualquier creador que desde tiempos inmemoriales se ha enfrentado a la fría soledad de su taller esperando la inspiración o aplicándose a la disciplina de sus pinceles. La diferencia estaba en el registro que de esas rutinas estaba haciendo Nauman, en esa cámara encendida, fija, delante de la cual daba rienda suelta a sus pesares y búsquedas. Dejando la cámara fija, el artista aparecía y desaparecía ante nuestros ojos como si de un tiempo interrumpido y frágil se tratara, pero en realidad estaba perpetuando en esas cintas su devenir para siempre y yo diría que inaugurando un peculiar ¿autorretrato en movimiento¿. Pues este tipo de grabación, sin nadie detrás que maneje la cámara, provoca en el espectador la sensación de estar asistiendo a la visión de su propio reflejo, de su propio yo, generándonos en muchas situaciones, una angustia y una claustrofobia, agudizadas por la visión de un cuerpo encerrado en la caja del monitor, que asimilamos al nuestro. Esta aportación del vídeo es la que Josu Rekalde ha definido muy bien como ¿registro especular¿, intermediario entre el yo y la imagen. El mismo autor ha estudiado el paso que supone para el autorretrato poder transmitir el cuerpo físico en el espacio: ¿La cámara de vídeo ha supuesto para el artista contemporáneo un espejo que registra todos sus movimientos, la captación y posterior registro (o enlatado) del reflejo, de su propio reflejo. Ha supuesto en definitiva la evolución del autorretrato, que se aleja de la focalización fácil que ofrece la imagen especular para centrarse en la experiencia del cuerpo¿. ¿El cuerpo físico del artista adquiere con las posibilidades que le brinda el vídeo, una dimensión que estaba perdida en el arte occidental, donde los valores intelectuales han primado respecto al hecho físico. La cámara de vídeo ofrece la posibilidad autoscópica de explorar la imagen de sí mismo¿.

      El vídeo es una habitación vacía Si el primer ingrediente en estos trabajos de autoexploración era el cuerpo del artista, el segundo será el escenario de la acción, y ese espacio, en los primeros ¿autorretratos¿ en vídeo, como los de Bruce Nauman, Bill Viola, Vito Acconci o Joan Jonas era una habitación cerrada, vacía, un estudio blanco, un interior. Este detalle, que en principio parece poco relevante, es clave para lograr el efecto de intimidad, y privacidad; de escondite desde el que conectar con el espectador, de tú a tú. Por eso es recurrente la asociación del vídeo con la casa desocupada en textos y títulos de estos primeros años. La vídeo-escultora Shigeko Kubota definió la herramienta-vídeo en un célebre videopoema como ¿un apartamento vacío¿, en el que seríamos libres para crear, sin ataduras ni tradiciones, y Bill Viola realizó en 1983 Razones para llamar a una casa vacía, una conocida experiencia que llevó al artista al aislamiento absoluto en una casa, durante tres días y tres noches, con una cámara de vigilancia encendida en todo momento. Sin dormir, Viola se abandonaba a los dictados de su cuerpo físico, al sufrimiento, a sus sonidos y pulsiones internas. Su cuerpo parecía prolongado entre las cuatro paredes de la estancia, y la habitación parecía tener vida a través de las respiraciones y degluciones del artista. Recientemente la artista letona Ene-Liis Semper, que también realiza acciones delante de la cámara, construyó una habitación blanca, pensada para saborear con su cuerpo. Ayudada por la tecnología del vídeo, consigue lamer toda su superficie, incluyendo paredes, techo y suelo; haciendo, en mi opinión, un homenaje a estas primeras performances de encierro blanco...


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