Llegó, vio, la armó y fracasó parcialmente. Mónica Ridruejo, flamante directora general de RTVE, no se esperaba, a los cuatro meses de su toma de posesión, que el Gobierno le iba a dar un importante varapalo al rechazarle de plano su presupuesto del Ente Público para 1997. Aterrizó en Prado del Rey de la mano del poderoso secretario de Estado de la Comunicación, Miguel Ángel Rodríguez. y enseguida aparecieron las suspicacias sobre su capacidad y experiencia para gestionar un monstruo con 9.500 empleados, 148.000 millones de pesetas de pérdidas y casi medio billón en deudas para el próximo año.
Pero no se arrendró. Ridruejo comenzó a despedir a un centenar de directivos, en muchos casos sólo por sospechar que eran del PSOE, y a contratar a otros de fuera con sueldos hasta dos veces superiores a los de sus antecesores. Todo ello "por cuestiones de ahorro", según sus propias palabras.
Y lejos de reducir la dimensión de RTVE (Promesa electoral del PP), la acrecentó, suscribiendo un acuerdo con el emporio Mexicano de Televisa para el desarrollo de la televisión digital.
Con todo, lo más grave, quizá, en la corta gestión de Mónica es el haber tirado la toalla por mantener el liderazgo de TVE en audiencia e ingresos publicitarios en favor de la competencia, concretamente de Antena 3 TV.
A sus 33 años, Mónica no sabe cómo salir del berenjenal. ¿Qué ha hecho para merecer esto?.
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