¿Sustituirán las máquinas, los robots, el trabajo humano en un futuro más o menos cercano? Sobre la base de ese interrogante, en un mundo en rápido proceso de digitalización, avance de la inteligencia artificial y robotización, subyace un sombrío panorama, no sobre el trabajo en sí mismo, sino sobre su ocupación, sobre el empleo. Desde hace ya algunas décadas son ya numerosos los analistas, que más allá de los relatos de ciencia ficción, otean un horizonte sin empleo para el ser humano, donde los entes mecánicos inteligentes, autosostenidos y autocreados, serán el soporte exclusivo de la creación de riqueza. De llegar a ese punto, cabría, y eso es lo que señalan los analistas de la catarsis del trabajo humano, empezar a pensar en un futuro en el que la organización social se desvinculará del trabajo, que hasta el momento sigue siendo el eje a través del cual se articulan relaciones económicas, sociales y por extensión políticas. ¿Cuál sería, entonces el concepto clave en la articulación de esas relaciones? Una nueva era en la organización social se estaría abriendo camino al compás del radical cambio tecnológico que estamos experimentando. Pero, en este artículo se apunta a partir de la experiencia acumulada de transformaciones sociales vinculadas a los procesos anteriores de revoluciones tecnológicas, cabe la posibilidad de mantener el vínculo del empleo, como argamasa de la organización social, repartiendo mejor los puestos de trabajo, entre personas que trabajen menos horas, menos días y dediquen más horas a otras actividades humanas no vinculadas a generación de rentas. La reducción del tiempo de trabajo se configura así, a futuro, no solo como un mecanismo de reparto de un empleo más escaso, sino también de una herramienta para mantener una estructura social en términos semejantes a como se vivió en las décadas pasadas, como pilar de una mayor cohesión social y de una cierta estabilidad política y social, base de los sistemas democráticos que hoy disfrutamos, Si en el pasado jugó ese papel, no hay razón para pensar que no lo pueda hacer en el futuro; se trata tan solo de estimular la reducción sustancial de la jornada de trabajo para generar más empleos.
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