En su Elegía I, poema funerario compuesto a la muerte del joven hermano del duque de Alba (1535), Garcilaso de la Vega introduce en la poesía española un símbolo sobrecogedor del dolor, nueva fórmula patética (Pathosformel) : el dios-río desconsolado. Esta imagen ocupa el centro de la primera mitad de la Elegía, mientras que la evocación del sepulcro permite el consuelo en la segunda mitad. Deploratio y consolatio se responden a través de estas dos imágenes, según un esquema que los discípulos de Garcilaso recogen a lo largo del s. XVI. El mejor ejemplo de ello es el conjunto de poemas compuesto por Fernando de Herrera y sus amigos al inicio de sus Obras de Garcilasso de la Vega (Sevilla, 1580), comparable con los «tombeaux» franceses de la misma época. La edición de la obra se convierte entonces metafóricamente en monumento que alberga el espíritu del poeta, del mismo modo que la tumba encierra su cuerpo. Lanzado por Herrera, este esquema se retoma y se amplifica luego, como lo muestran el Túmulo honorario que Pellicer compuso en honor a Góngora al comienzo de sus Lecciones solemnes (1630), o la Fama póstuma (1636) concebida para Lope de Vega.
Dans sa première Élégie, poème funéraire composé en l’occasion de la mort du jeune frère du duc d’Albe (1535), Garcilaso de la Vega introduit dans la poésie espagnole un saisissant symbole de la douleur, nouvelle formule pathétique (Pathosformel) : le dieu-fleuve éploré. Cette image occupe le milieu de la première partie de l’Élégie, tandis que, dans la seconde, l’évocation du sépulcre permet la consolation. Deploratio et consolatio se répondent par ces deux images, selon un schéma que les disciples de Garcilaso reprennent au fil du XVIe siècle. Le meilleur exemple en est l’ensemble de poèmes composé par Fernando de Herrera et ses amis en ouverture de ses Obras de Garcilasso de la Vega (Séville, 1580), comparable aux « tombeaux » français contemporains. L’édition de l’œuvre devient alors métaphoriquement le monument abritant l’esprit du poète, de même que le tombeau renferme son corps. Lancé par Herrera, ce schéma est ensuite repris et amplifié, ainsi pour Góngora, avec le Túmulo honorario que compose en son honneur Pellicer au début de ses Lecciones solemnes (1630), ou pour Lope de Vega, avec la Fama póstuma (1636).
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