Es una de las personalidades más peculiares del panorama publicitario español. Contribuye a ello su voz, digna del mejor locutor; una risa potente, que llega a alcanzar un número de decibelios difícil de precisar; un aire aristocrático, posible herencia de sus antepasados italianos, y una desbordante vitalidad susceptible de contagio. Según su clasificación del género humano, en personalidades frías y calientes, Pedro Ruíz Nicoli encajaría dentro de los segundos, pero con reservas. Es emocional, aunque no por eso deja de ser calculador. No se entiende, de otra forma, que haya sido el motor de arranque de empresas que han funcionado como máquinas de relojería.
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