Durante la Ilustración, el imperio español alcanzó su máxima amplitud y las instituciones oficiales incrementaron su apoyo a las ciencias. Para defender sus fronteras y ejercer con eficacia el poder político y económico, la Corona necesitaba obtener información precisa y urgente de sus posesiones, incluida la climatológica y la de otros fenómenos relacionados con el clima. Uno de los procedimientos empleados para ello fue el envío de comisionados a los territorios. Fue aplicado por redes de informadores que obtenían, manejaban y difundían datos de todo tipo. Sus actuaciones se basaban en la división del trabajo, el reparto de colaboradores en diferentes lugares, el cumplimiento estricto de protocolos homogéneos, el uso de códigos de comunicación comprensibles y el envío de los resultados a las autoridades que tomaban las decisiones. A finales del siglo XVIII y principios del XIX, los informes de los expedicionarios incluyeron datos meteorológicos.
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