Mariana Daniela González Zamar, Emilio Abad Segura
El proceso de enseñanza aprendizaje ha exigido un cambio sustancial desde el año 2008, con la puesta en marcha del Espacio Europeo de Enseñanza Superior (EEES). El rol del profesor universitario y del alumno ha tenido que adaptarse, encontrándose aún hoy en fase de cambios, pruebas y transformaciones. Atrás quedaron las clases magistrales con la figura del docente-transmisor y alumno-receptor de conocimientos, para dar paso a alumnos activos y abiertos a adquirir y desarrollar competencias, habilidades y aptitudes necesarias para su futuro profesional. Entre los modelos pedagógicos que están adquiriendo mayor importancia en las aulas universitarias por su enfoque constructivista, está el de la metodología flipped classroom o clase invertida. Consiste en la reconversión de la clase magistral tradicional, trasladando el foco del profesor al alumno y poniendo a su disposición con original atractivo didáctico los documentos para que trabajen fuera del aula. La búsqueda del desarrollo de capacidades como la autonomía, el análisis interpretativo y la autocrítica son algunas de los resultados perseguidos. El flipped classroom y el aprendizaje cooperativo se encuentran asociados y complementados ya que las actividades desarrolladas antes en casa, ahora se desarrollan en la clase junto permitiendo cooperar de forma grupal y transmitir al profesor las dudas que se plantean. El profesor deberá diseñar y elaborar de forma cuidada, profunda y estructurada los contenidos que desea transmitir a su grupo mediante los recursos que considere óptimo para su comprensión. Tarea que requiere de gran esfuerzo, dedicación, profundidad y estudio. Quienes consideren que el llevar a la práctica este método hace que el profesor pierda importancia y delegue trabajo y responsabilidad en el alumnado están equivocados. Mason, Shuman y Cook (2013) enfatizan que aplicar metodologías innovadoras requiere de una gran inversión de tiempo inicial exigiendo producir píldoras audiovisuales y material didáctico para la explicación de la asignatura. Autores concluyen que este método de aprendizaje, flexible y adaptable, supone un cambio para reducir la deserción escolar, mejorar el rendimiento y motivación e incrementar la percepción del alumno, favoreciendo el trabajo autónomo, colaborativo y autocrítico (Sánchez y Arrufat, 2016; Mason, Shuman y Cook, 2013; Touchton, 2015).
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