De todos los grupos de consumidores que pueden constituir una audiencia, quizá el segundo más difícil sea el de los drogodependientes. Un target que dedica la mitad de su tiempo a buscar, obsesivo, algo que meterse, y la otra mitad a disfrutar de su particular euforia alucino-depresiva. Puede que el primero en dificultad sea el de los adolescentes con déficit afectivo, económico y cultural de los suburbios de la grandes ciudades. Y puede que el producto más difícil de vender a ambos grupos sea la abstinencia de algo que la burguesía paterno-policial se empeña en prohibir, algo que funciona, en muchos casos, como un simple anestésico ante el sórdido panorama que los mismos prohibicionistas les han deparado.
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