En la época de la celebración de la individualidad más banal, la Solana propone una reflexión sobre la colectividad como materia de ordenación, explorando caminos para fomentar la cohesión y fortaleza del tejido social.
La intervención se articula desde el paisaje urbano, siendo su elemento más icónico el espacio público, activador de contactos y relaciones sociales y culturales.
Naturaleza y artificio se fusionan en equilibrio, sin imponerse, sin alterar la topografía y apoyándose en los valores y en la historia del lugar.
Sobre esta base se proyecta un barrio peatonal de escala humana, de ritmo lento y conexión rápida, que aprovecha el perfil del terreno, la orientación, las brisas y las vaguadas, para minimizar el consumo energético y dotarse de energía limpia y de infraestructuras verdes.
La Solana aporta a la ciudad la reforestación del ámbito y la regeneración de sus vaguadas y cauces; mejora la conectividad urbana, y aporta un elevado número de equipamientos que contribuyen a reducir el déficit existente en los barrios vecinos
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