El éxito de las sectas constituye un fenómeno social que, en los últimos años, ha despertado la preocupación de las Iglesias históricas e incluso la inquietud de los gobiernos. El hecho, analizado en profundidad, nos descubre el surgimiento de una vigorosa y nueva religiosidad que se está desencadenando en el complejo contexto de la posmodernidad, cuestionando y descalificando las decimonónicas tesis marxistas y positivistas sobre la religión. Pero, al mismo tiempo, al orientarse hacia las sectas, nos manifiesta el talante religioso del hombre de hoy y actúa como un elemento crítico de las Iglesias históricas en las que, por el peso de los siglos, tiende a desarrollarse más su dimensión institucional que la espiritual y mística. La nueva religiosidad, como un signo de los tiempos, postula el rejuvenecimiento de las Iglesias y una mayor fidelidad al Evangelio.
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