A la luz del psicoanálisis se emprende una relectura del lugar que designa el Evangelio para la sexualidad. La instauración del Reino de Dios supone un trastocamiento de los valores sociales que afecta profundamente a las estructuras básicas en las que la sexualidad se canaliza y se lleva a cabo. La familia es desacralizada, cualquier figura paterna, como símbolo de opresión, es abolida, y la mujer es liberada de la confiscación en sus funciones biológicas de esposa y madre. Si el mensaje de Jesús no nos ofrece un código de ética sexual es porque ha sentado las bases para una adultez en la que la libertad sustituye a la ley y en la que el amor tiene la última palabra.
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