Carmelo Pellejero Martínez, Marta Luque Aranda
A lo largo de los años veinte del siglo pasado el movimiento cofrade, liderado desde 1921 por la Agrupación de Cofradías y apoyado por las autoridades y buena parte de la sociedad, logró convertir a la Semana Santa en uno de los principales productos turísticos de Málaga. Sin embargo, dicho evento desaparecería de sus calles tras los incendios y saqueos de que fueron objeto la mayoría de sus iglesias y edificios religiosos en mayo de 1931, y no volvería a celebrarse con regularidad, aunque de manera mucho más modesta, hasta la finalización de la Guerra Civil. Por lo tanto, durante los años treinta Málaga se vería privada, a consecuencia de la barbarie, de una actividad que en el decenio anterior había contribuido a generar significativos recursos, a proyectar su nombre en el exterior y a captar, en primavera, a un creciente número de turistas.
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