Los estudios feministas de género han ampliamente denunciado la existencia de cierto sesgo androcéntrico en todos los ámbitos de la practica medica, que se realiza mediante la invisibilización y la estéreotipicización de lo femenino frente a la asunción del cuerpo masculino como medida, modelo y objeto de todo estudio, investigación y terapia. Símilmente, desde una perspectiva queer de los estudios de género, existe también otro sesgo, que se produciría en el mismo marco ideológico del anterior: el sesgo heterosexista. Tan solo hace unos años la homosexualidad ha sido eliminada de la lista de enfermedades mentales (1973 APA – 1990 OMS), marcando el comienzo del fin de la discriminación heterosexista. La heteronormativización, pero, sigue realizándose en la construcción de cuerpos funcionales a la heterosexualidad, binariamente designados como masculinos o femeninos (Rich 1980). Intersexuales y transexuales retan esta construcción binaria de la sociedad y de los individuos (Balza 2009), reclamando la despatologización de la diversidad y una nueva concepción de salud.
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