Durante siglos, por las cortes de la vieja Europa desfilaron un sinfín de damas que vivieron a la sombra de los reyes como amantes o favoritas. Muchas de ellas amaron sinceramente a sus soberanos, mientras que otras buscaban solamente el favor real y alcanzar poder e influencia en palacio. Louise de La Vallière se encontró inmersa en las intrigas palaciegas del Versalles más brillante para descubrir, años después, que su vida había sido un fraude. Dispuesta a expiar sus pecados, dejó la corte y se recluyó en un convento no sin antes escribir una obra piadosa en la que criticó abiertamente las frivolidades de palacio.
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