El 27 de enero de 1945 las tropas soviéticas entraron en Auschwitz. Allí se encontraron más de seis mil prisioneros supervivientes, la gran mayoría muy enfermos o moribundos, además de seiscientos cadáveres sin enterrar. Aunque los hornos crematorios llevaban varios días apagados, aún flotaba en el aire el olor a muerte. Los soldados rusos encontraron cientos de miles de trajes de hombre y vestidos de mujer, miles de pares de zapatos y más de siete toneladas de cabello humano. Entre los escasos supervivientes de los campos de exterminio destacamos a un pintor judío, David Olère, cuyas ilustraciones nos permiten comprobar el horror y el sufrimiento de miles de inocentes en este lugar maldito y, al mismo tiempo, nos invitan a recapacitar sobre el peligro que para todos nosotros tiene la imposición del extremismo ideológico frente a la razón.
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