Tras el descubrimiento hispánico de América se estructuró un modelo defensivo multifocal con armadas ubicadas en diversos rincones del imperio; un organigrama que fue perfilado a lo largo del siglo XVI y que se mantuvo vigente prácticamente hasta el primer cuarto del XVIII. En tiempos del emperador Carlos V se diseñó el modelo naval del imperio, que se mostró financieramente sostenible y lo suficientemente efectivo como para que España dominase los océanos durante más de un siglo y medio. El modelo carolino implicaba el establecimiento de todo un entramado de escuadras, ubicadas en lugares estratégicos y con distintas sedes, repartidas por el Mediterráneo, el Atlántico y el Pacífico. La Corona fue consciente de la necesidad de elegir unos puntos concretos de vigilancia, ya que, como explicó el embajador en Londres Luis Sarmiento de Mendoza, IV conde de Rivadavia, en una carta fechada en 1540, “la mar era tan larga” que, aunque se armasen mil buques, ello no impediría que los enemigos enviasen sus armadas a cualquier destino sin ser descubiertos.
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