La X legislatura ha certificado el fin de un sistema político en Andalucía que, como en la gran mayoría de los subsistemas autonómicos, estaba caracterizado por la propia lógica bipartidista, y en buena medida también, semi-presidencialista, que hasta hace muy poco regía en el parlamentarismo español a nivel nacional. Sin duda alguna, pese a que esa ruptura con el paradigma bipartidista no significó un cambio en el partido de gobierno andaluz, sí que ha tenido una incidencia relevante en las instituciones parlamentarias de la comunidad autónoma, habiéndose dado, en este sentido, circunstancias hasta ahora inéditas desde el origen de la autonomía andaluza.
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