Los cuadernos de viaje han sido, a lo largo de la historia, una valiosa herramienta de descripción de las vivencias y observaciones del viajero, fuera éste científico, artista, arquitecto o paisajista. Combinación de textos y dibujos, este tipo de documentos perviven en nuestros tiempos a pesar de la facilidad en el intercambio de la información de los medios digitales actuales. En ellos, se plasma la mirada subjetiva del viajero, que pone en valor aquellos aspectos que le suscitan mayor interés. Es en ese componente subjetivo, donde reside el interés de estos cuadernos, mostrándonos los procesos mentales y creativos que surgen de estas experiencias vitales que, en ocasiones, se ven posteriormente reflejados en los proyectos o en los escritos de sus autores. En marzo de 1995, Gilles Clément, uno de los paisajistas más paradigmáticos de las últimas décadas, viaja a las islas de La Reunión y Madagascar con el objetivo de desarrollar dos proyectos muy distintos. El relato de este recorrido queda reflejado en un inédito cuaderno de viaje, objeto del presente artículo, en el que el autor va detallando los pormenores de su recorrido a través de descripciones, reflexiones personales, anotaciones y anécdotas, acompañadas de dibujos y esquemas.
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