En el imaginario popular, la ejecución de aquellos primeros cristianos que mantuvieron con firmeza su profesión de fe tiene como escenario paradigmático la arena del anfiteatro romano y como pena arquetípica la damnatio ad bestias, la muerte a manos de las fieras. El martirio, el fenómeno más característico de los primeros tiempos del cristianismo indisolublemente unido a las persecuciones, queda así evocado como un espectáculo más, como parte de los juegos romanos de los que formaban parte y con los que compartían lugar de celebración. Las mujeres cristianas cumplieron en ello una función más que destacada.
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