En la Edad Media, el conocimiento del mundo y sus distintos espacios dependía principalmente de textos tradicionalmente considerados como auctoritates, fuentes cuya autoridad era incuestionable. Entre estos textos se hallaban las sagradas escrituras, los escritos de los padres de la Iglesia y algunos trabajos enciclopédicos. El conocimiento que por entonces se tenía de Asia derivaba en buena medida de estos libros acreditados.
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