La invasión de Maryland, estado fronterizo entre el Norte y el Sur, resultaba tentadora por varias razones: permitía a Lee mantener la iniciativa tras su victoria en Manassas, desplazaba la guerra fuera de Virginia y forzaba al enemigo a mantener un ejército en campaña para hacerle frente sin haberse recuperado plenamente de la derrota sufrida; asimismo, aumentaba la presión sobre la Administración Lincoln, pues una victoria confederada al norte del río Potomac, en Maryland o en Pensilvania, podía condicionar las elecciones de otoño al Congreso en el Norte. Lee entendía que era clave para la Confederación minar la moral de los unionistas, y esperaba conseguirlo mediante lo que denominó “grandes victorias”, éxitos militares que influyesen en el panorama político de la Unión. Si los votantes del Norte llegaban a considerar que la victoria no era posible, desbancarían al Partido Republicano de Abraham Lincoln y elegirían candidatos más proclives a negociar la paz con la Confederación.
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