1862 había comenzado de manera bastante prometedora para el esfuerzo bélico de la Unión, cuyas fuerzas en el oeste habían conseguido ganancias significativas, como Nueva Orleans y Nashville, además de una serie de victorias en el oeste de Tennessee. Buena parte de los puertos y bases navales confederados estaban bloqueados por la Marina de los Estados Unidos, cosa que limitaba el flujo de suministros hacia el sur, y las tropas de la Unión habían avanzado a lo largo de la costa de Carolina del Norte. Sin embargo, en Virginia, y en particular a lo largo del corredor de 160 km entre Washington D. C. y Richmond, capital de la Confederación, el esfuerzo unionista se había estancado. Tras la espectacular victoria del Ejército de Virginia del Norte de Robert E. Lee en la segunda batalla de Manassas, los confederados decidieron llevar la guerra al Norte. El momento señaló un capítulo singularmente propicio en la historia de la Confederación. Al tiempo que Lee se embarcaba en la invasión de Maryland, los ejércitos confederados del oeste también estaban en movimiento.Las fuerzas de la Confederación estaban en ascenso a lo largo de un frente de 1600 km.
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