La astronomía es, sin lugar a dudas, la rama del saber más antigua de todas. Con muchos miles de años a sus espaldas, el conocimiento del firmamento ha permeado a todos los grupos humanos, desde las tribus paleolíticas de cazadores-recolectores que lo usaban para orientarse en la noche, hasta las modernas sociedades de agricultores que necesitaban (y necesitan) un registro adecuado del paso del tiempo y de las estaciones para llevar a buen término sus cosechas. Y, por encima de todo, el cielo estrellado ha servido a los humanos de lienzo en blanco sobre el que explicar su realidad y narrar sus historias mucho tiempo antes de que alguien hiciera las primeras muescas en una tablilla de arcilla, dando origen a la escritura.
La astronomía es tan antigüa, y ha estado siempre tan ligada a nosotros, que no es de extrañar que se haya visto plasmada en todo tipo de disciplinas y manifestaciones artísticas a lo largo de nuestra historia. Una mirada lo bastante amplia a la literatura en prosa nos revela un sinfín de ejemplos de cómo se ha representado no solo la fascinación por los cielos, sino también la mentalidad y los conocimientos astronómicos propios de cada época. A lo largo de este artículo realizaremos un recorrido a grandes rasgos cronológico por una serie (muy incompleta) de ejemplos literarios de diferentes fenómenos astronómicos, desde que aprendimos a leer el cielo, en los albores de la civilización, hasta el lugar adonde la curiosidad y el conocimiento sean capaces de llevarnos.
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