En el artículo se reflexiona sobre la inflación desmesurada de títulos que está influyendo en la percepción de caducidad del libro, en la conformación de un lector adicto a las nove dades y en la nueva forma de entender la lectura en la que las emociones se crean y se desvanecen como los fuegos de arti ficio. Efecto colateral de esto es la posible damnificación de la forma de lectura literaria. Frente a esta burbuja bibliográ fica se reivindica la función del editor perspicaz y valiente, del librero riguroso y sensible, del bibliotecario informado y del profesor entusiasta y con criterio.
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