La política ha mantenido a lo largo del tiempo una relación muy estrecha con el deporte, pues sus dirigentes y organizaciones han pretendido constantemente influir en él y aprovecharse de su indudable atractivo para la sociedad, de los beneficios que conlleva su ejercicio y de la repercusión de sus diversas competiciones. Pero, al mismo tiempo, ha ido emergiendo el concepto y el desarrollo práctico de una emergente diplomacia deportiva, en calidad de mecanismo facilitador de las relaciones sociales dentro y entre las diferentes sociedades nacionales. El indudable éxito alcanzado por el fenómeno deportivo supone un irresistible polo de atracción para los intereses políticos.
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