Desde principios de los años 2010, una serie de informes alarmistas profetizan la desaparición de la tercera parte, o incluso de la mitad, de los puestos de trabajo ocupados por seres humanos y su sustitución por máquinas. Según esos vaticinios, el robot sería el enemigo número uno del trabajador. Pero, ¿se debe acusar a las nuevas tecnologías o más bien a las políticas económicas que imponen deslocalizaciones y salarios bajos?
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