Cinco años después de la firma del primer manifiesto surrealista por André Breton en 1924, dos emblemáticas y opuestas visiones se daban encuentro en un París de ebullición vanguardista. En una atmósfera de experimentación subversiva del arte, de ismos por doquier, de abstracción y cubismo en plenitud y decadencia espiritual arrastrada en entreguerras, la exploración de los binomios subconsciente/sueños de Dalí e imagen/lenguaje de Magritte aterrizan en los Musées Royaux des Beaux-Arts de Bélgica.
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