Desde entonces, desde el mismo origen del mito fue necesario el signo que lo sacralizara. En la larga y compleja cuestión de la identidad judía, la circuncisión fue la señal más significada de dicha identidad. No es necesario acudir a todo el enorme y complejo estrato de la tradición rabínica para argumentarlo. Baruch Spinoza, conocedor preciso de dicha tradición, en su Tratado Teológico-Político escribía con firmeza: "Por mi parte pienso que el signo de la circuncisión tiene, a este respecto, tanto poder que estoy convencido que él sólo basta para conservar eternamente esta nación".
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