Entre el buenismo y la explotación inmisericorde, entre el "que vengan todos" o la ausencia de sentimientos humanitarios, hay mucho trecho. Encontrar la forma de afrontar el problema de la inmigración -si, es un problema, e ignorarlo es absurdo- exige reflexión y discusión. Domenico Moro lo hace desde Italia, pero su planteamiento es igualmente válido para España.
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