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Para Israel la alternativa es la continuidad

  • Autores: Ignacio Álvarez-Ossorio Alvariño
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 33, Nº 192, 2019, págs. 27-32
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • Netanyahu es el principal escollo a un gobierno de concertación nacional, pero el Likud y Azul y Blanco parecen condenados a entenderse.

      Las elecciones legislativas del 17 de septiembre en Israel se plantearon como un referéndum sobre la gestión de Benjamín Netanyahu, el incombustible líder del Likud. La victoria in extremis de la coalición Azul y Blanco evidenció que el liderazgo de Netanyahu ha sufrido una notable erosión después de cuatro legislaturas en el poder.

      Tras el empate técnico registrado en los comicios del 9 de abril, el electorado israelí se inclinó en septiembre por el centrista Azul y Blanco, del exgeneral Benny Gantz, que obtuvo 33 escaños, tan solo uno más que el Likud. No obstante, esta victoria tuvo un sabor agridulce, ya que Netanyahu logró, en primera instancia, más apoyos para tratar de formar gobierno. En cualquier caso, la fragmentación política obliga a las dos principales formaciones políticas israelíes a entenderse.

      Una bronca campaña El empate técnico en las votaciones de abril hacía presagiar una campaña bronca donde se luchase por cada voto. Las elecciones, en efecto, fueron a vida o muerte, ya que sobre Netanyahu pendían tres investigaciones de corrupción que solo la aprobación de una ley de inmunidad en la Knesset podría frenar. El primer ministro estructuró su campaña en torno a tres ejes –la seguridad, los árabes de Israel y la anexión de Cisjordania– para tratar de movilizar a sus seguidores y ganarse a los indecisos.

      En las semanas previas, Netanyahu ordenó atacar las posiciones de varias milicias chiíes en territorio libanés, sirio e iraquí, e incluso llegó a calibrar una ofensiva contra la franja de Gaza. En la campaña tampoco faltaron recriminaciones al régimen iraní, al que acusó de construir plantas secretas para enriquecer uranio y burlar a los inspectores del Organismo Internacional de Energía Atómica. Sin embargo, todos estos movimientos resultaron infructuosos. Sus generales se opusieron a un ataque contra Gaza, mientras que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, destituyó a John Bolton, consejero de Seguridad Nacional y uno de los principales aliados de Israel, defensor a ultranza de la doctrina de “máxima presión” sobre Irán. Por si esto no fuera suficiente, tras el ataque a las refinerías saudíes de Abqaiq y Khurais, el 14 de septiembre, Trump señaló que “EEUU no busca un enfrentamiento con Irán”, lo que alejaba la posibilidad de una campaña militar contra el régimen de los ayatolás…


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