Joaquín Lorente considera que los festivales son la espuma de la cerveza publicitaria. Sin embargo, en esta su segunda experiencia como jurado en Cannes (la primera fue en 1974) acude al Festival dispuesto a instalarse en la espuma de lo novedoso y lo lúdico y defender hasta el final las posibilidades de la bobina española.
Lorente cree que la participación española es de muy buen nivel, aunque no considera que el salto cualitativo con respecto a 1988 haya sido notable. Piensa, por otra parte, que “Pippin” es seria aspirante al Gran Premio, que los premios no deben ser nunca "la proa de una agencia” y que el gran festival sería “aquel en que se analizasen grandes éxitos de ventas logrados con campañas concretas
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