El sistema político mexicano está viviendo tiempos estresantes entre la inercia y las innovaciones. A lo largo del siglo XX, el sistema político mexicano ha pasado por procesos innovadores: el primero tuvo lugar durante los años 20 y 30, y el segundo en los SO y 90. Ciertamente son innovaciones con signos opuestos y con diferentes consecuencias sociales y económicas. Las transformaciones económicas de la última década han cambiado el viejo orden institucional y han llevado a la sociedad hacia un nuevo arreglo institucional que está lejos de completarse. Por el contrario, en ausencia de un sistema político moderno relativamente autónomo, la burocracia política superior, asociada con los poderes defacto mejor organizados de la sociedad civil, tiende a prevalecer sobre una masa desorganizada y sobre un sector demasiado organizado y politizado que sigue siendo demasiado débil para implementar innovaciones con el objetivo de fortalecimiento de la democracia política.
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