A principios de abril de 1917, Lenin asombró tanto a sus amigos como a sus enemigos cuando, después de llegar a la estación Finlandia, leyó su tesis defendiendo la transición de la Revolución rusa de su primera etapa burguesa a una segunda etapa durante la cual el poder se transferiría a manos del proletariado. Esta nueva política iba en contra de la perspectiva política de lo que Lenin llamaba ahora el ‘viejo bolchevismo’ (la cual, a pesar de rechazar un frente común con la burguesía y abogar por una alianza del proletariado y el campesinado, limitaba la revolución a la consecución de metas democrático-burguesas) y señaló su acercamiento a la perspectiva de la revolución permanente bosquejada por primera vez por Trotsky y otros pensadores marxistas durante la revolución de 1905. Este rearme del Partido Bolchevique dio lugar a furiosas polémicas en sus filas en abril de 1917 y a un giro brusco en sus políticas, que documentamos en el presente artículo.
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