Este artículo explora el funcionamiento de la seguridad ciudadana. Se desarrolla haciendo referencia a las iniciativas en Tijuana, México, y revela cómo la seguridad ciudadana opera a través de tecnologías que, simultáneamente, generan tanto ciudadanos compatibles, como no-ciudadanos abyectos. Ambos grupos se vuelven parte integral de la seguridad ciudadana y funcionan dentro de una lógica a través de la que se intenta asegurar la vida de los primeros (la biopolítica) y se genera la exclusión de los segundos (la necropolítica). Desde la biopolítica, la población es entendida a través de medidas de vigilancia que permiten la acumulación de información y el análisis de datos. Estos conciernen a los patrones de comportamiento observados dentro de esta población, con el objetivo de gestionar eventos aleatorios y poblaciones fuera de lo que es empíricamente normal. Estas poblaciones anormales son entonces reguladas a través de iniciativas compuestas por el Programa Nacional de Prevención del Delito (PRONAPRED), con el propósito de darles ciertas capacidades de vida para superar sus situaciones de riesgo. Por su parte, los no-ciudadanos son tratados con base a una inclusión excluyente (la necropolítica). En la práctica, esto implica que la población no-ciudadana sea vista como un objeto de vigilancia jerárquica. Ésta última está diseñada para regular el movimiento y limitar el peligro que estos no-ciudadanos representan para la seguridad pública. De manera similar, los individuos no-ciudadanos son marginados en la medida en la que su inclusión en los programas de seguridad del PRONAPRED, hace posible su eventual expulsión de México. Es así que el artículo concluye que la seguridad ciudadana determina y exacerba la distinción ciudadano/no-ciudadano, una distinción que puede significar la vida o la muerte.
This article explores the functioning of citizen security. It is developed with reference to the initiatives in Tijuana, Mexico, and reveals how citizen security operates through technologies that simultaneously generate both compatible citizens and abject non-citizens. Both groups become an integral part of citizen security and operate within a logic through which one tries to ensure the life of the former (biopolitics) and the exclusion of the latter is generated (the necropolitics). From biopolitics, the population is understood through surveillance measures that allow the accumulation of information and the analysis of data. These concern the observed patterns of behavior within this population, with the aim of managing random events and populations outside of what is empirically normal. These abnormal populations are then regulated through initiatives composed of the National Program for the Prevention of Crime (PRONAPRED), with the purpose of giving them certain life skills to overcome their risk situations. On the other hand, non-citizens are treated based on an exclusionary inclusion (the necropolitics). In practice, this implies that the non-citizen population is seen as an object of hierarchical surveillance. The latter is designed to regulate movement and limit the danger that these non-citizens represent for public safety. Similarly, non-citizen individuals are marginalized to the extent that their inclusion in the PRONAPRED security programs makes possible their eventual expulsion from Mexico.
Thus, the article concludes that citizen security determines and exacerbates the citizen / non-citizen distinction, a distinction that can mean life or death.
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