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Una controversia legislativa en 1848: blasfemias, dicharachos de calle… y los faroles de la escalera

  • Autores: Julián Gómez de Maya
  • Localización: Glossae: European Journal of Legal History, ISSN-e 2255-2707, ISSN 0214-669X, Nº 16, 2019, págs. 143-165
  • Idioma: español
  • Títulos paralelos:
    • A legislative controversy in 1848: blasphemies, swear street words… and the lanterns of the staircase
  • Enlaces
  • Resumen
    • español

      El pecado y crimen de blasfemia, severamente tratado por las leyes seculares precontemporáneas, había encarado el siglo XIX tanto con su clásica punición de base teológica como con una penalidad revalidada sobre el papel, pero caída en descrédito y desuso; no solo esto, sino que su misma persecución parecía acusar la mayor negligencia. El Código Penal de 1822 introdujo una impostergable atenuación en el castigo;

      el de 1848 degradó la calificación de la conducta hasta su libro de faltas, con tan mal aviso que sistematizó tales supuestos junto a incorrecciones de muy menor relevancia en la común estimación, cual lo era el apagamiento de alumbrado público, ya por travesura, ya como acto preparatorio o facilitador de algún atentado contra la propiedad o las personas. Una ágil reforma se apresuró a subsanar tan impensado despropósito, pero mantuvo la blasfemia donde ya estaba, entre las faltas, y así continuó en 1850. El Código de 1870 dejó incluso de mencionarla, aunque se la pudo reconducir hasta una de sus faltas contra el orden público. Y esta fue la realidad que ya, a pesar de los futuros vaivenes en la regulación codificada, llegaba entonces a consolidarse: el definitivo trasvase de su represión desde los teologizados ámbitos de la ofensa religiosa hasta los de protección del sosiego y orden público.

    • English

      The sin and crime of blasphemy, severely dealt by the precontemporaneous secular laws, had faced the nineteenth century with its classic punishment of theological base and a penalty revalidated on paper, but falling into discredit and disuse; not only this, but it’s very persecution seemed to accuse the greatest negligence. The Penal Code of 1822 introduced an urgent reduction in punishment; the Code of 1848 degraded the qualification of the conduct to its book of faults, with such a bad warning that it systematized such suppositions together with incorrectnesses of very minor relevance in the common estimation, as it was the extinguishing of public lighting, maybe because of mischief, maybe as a preparatory act or facilitator of an attack on property or persons. An agile reform hastened to correct such an unforeseen nonsense, but maintained the blasphemy where it already was, among the faults, and so it continued in 1850. The Code of 1870 stopped even mentioning it, although it could be redirected to one of its faults against public order. And this was the reality that, in spite of the future swings in the codified regulation, then came to consolidate: the definitive transfer of its repression from the theologized areas of religious offense to those of protection of peace and public order.


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