En la actualidad apenas se habla de obras de arte, sino del arte. La condición líquida del arte actual así parece exigirlo. Por ello, las performances e instalaciones son las acciones artísticas más abundantes hoy. Aunque ahora se oye hablar mucho del arte, el campo semántico de esta noción es tan amplio que se disuelve hasta el punto de perder su significado cuando se conecta con las esferas política, social, ideológica o económica. ¿Dónde ha quedado la autonomía de la obra de arte? ¿Qué ha pasado con la obra de arte en sí misma? ¿Qué cabe esperar en un medio en el que la mercantilización lo invade todo? Como este artículo demuestra, revisitar el concepto de la autonomía del arte y enfocarse en la obra de arte no empequeñece el ámbito de la misma—pertenezca ésta al pasado remoto o a la más reciente contemporaneidad.
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